Que te laves los dientes con mi aliento y que de ganas te muerdas el interior de los labios. Que te queme mi piel como antes, que juegues otra vez con cerillos. Que te pierdas entre mis dedos y te encuentres entre mis piernas. Que dejemos junto a la cama un vasito de lagrimas para tomarlas a media noche. Que de tus palabras hagamos mantas y de las mías almohadas. Que me enseñes otra vez las pecas de tus ojos y los poros de la espalda. Que de tus palabras construyamos puentes y viajemos en el barco de las mías. Que los rallos de tu sol me cieguen y tu serenidad esté ahí para darme sombra. Que nuestros besos se vuelvan leyenda e inspiren las melodías de las guitarras. Que la palma de tu mano cuente historias que sólo pueda leer la palma de la mía. Que tu cabeza siempre encuentre su puerto en mis brazos. Que mi corazón sea tu país y mi cuerpo tu casa.

No, no me inspiras.
No me despiertas deseos convencerte,
de obligarte,
de atarte con palabras.
Es cierto que tengo poco que escribirte,
prefiero hablarte al oído,
regalarte lo que te digo envuelto en mi aliento.

Desde antes de ser ya eras todo
todo lo que quería,
todo lo que soñaba en las noches blancas de insomnio,
negras de ilusiones.

Al llegar fuiste todo,
todo en un instante,
la suma de todos mis momentos,
todas mis ideas,
lo que nunca había imaginado que quería.

Hoy eres todo,
mi día,
mi agua,
mi luz,
mi maestra,
mi amiga,
mis ojos,
mi conciencia,
mi corazón,
mis desvelos,
mi sueño,
mis manos,
mi amor,
hoy eres todo.